miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA DEVOLUCIÓN DE LA MONEDA A DON RAFAEL ASCA.

Por Manuel Araníbar Luna.
Una tarde de 2012 recibí un mail de Lily Baylón (hija del gran Julio Baylón) preguntándome si era yo quien había escrito la famosa crónica de La limonada en el Estadio (http://www.esquinaceleste.pe/2010/10/rafael-asca-y-la-limonada-en-el-estadio.html), porque pensaba incluirla en el libro biográfico en homenaje a don Rafael Asca Palomino, primer arquero del Sporting Cristal y mi primer ídolo futbolístico.
Luego de las explicaciones pertinentes, ella dijo que había organizado una presentación del libro en la Videna  y que en la ceremonia yo debía devolverle de modo simbólico  la moneda de un sol que me había obsequiado don Rafael en el estadio cuando a mis escasos siete años, pero antes tenía que leer un discurso alusivo. Di un respingo porque de golpe y porrazo me iba a encontrar con el primer símbolo del club de mis amores.
De inmediato me comuniqué con los integrantes de El Portal Celeste, el director Alberto Benza, el historiador Ernesto Moreno Ampuero, quien había escrito el prólogo;  el doctor Aldo Alvarado y Diego Eguiguren. Y todos se entusiasmaron. Un hincha cervecero no se puede perder una ocasión tan importante.
¡A conseguir la moneda!…
Primer contratiempo: don Rafa me había obsequiado un sol de los antiguos, tan grandes que parecían fichas del juego del sapo, y yo estaba obligado a  devolverle una moneda similar. Estaría fuera de foco devolverle la monedita devaluada y ridícula de un sol de hoy en día. Tuve que ir al centro y en el cruce de Camaná con Quilca, donde se aposentan los vendedores de piezas numismáticas y filatélicas, conseguí una moneda acuñada en 1951. Luego en un bazar compré un pequeño estuche acolchado en pana (celeste, por supuesto)
Segundo contratiempo: Ya en el taxi recién me percaté que había olvidado el discurso en casa. El taxista regresó silbando a mi casa.
Tercer escollo. Nuevamente en el mismo taxi y a medio camino tuve que regresar a todo trapo porque en casa se habían quedado mis anteojos. El taxista me miraba ya con pena.
Cuarto escollo. Tuve que regresar nuevamente a recoger el estuche con la moneda que había abrillantado luego de frotarla  con bicarbonato. En casa me preguntaban si no estaba sufriendo ya de Alzheimer. Bah, la causa no era la terrible enfermedad del olvido con nombre alemán sino la emoción de encontrarme con el primer ídolo cervecero, el mejor golero del campeonato sudamericano de Buenos Aires en 1959. El taxista, escuchando mi historia,  sonreía de modo entre comprensivo y zumbático. Claro, como no, gracias a mis olvidos estaba haciendo su  noche. A la altura del Zanjón me preguntó si no olvidaba algo más. Lo maldije en siete idiomas porque me estaba dejando en la ruina.
Lo regalado no se devuelve…
Ya en la Videna entramos a la carreta al auditorio. Y ahí estaba don Rafa, al centro de la mesa, rodeado por el Profesor Roberto Mosquera, Héctor Chumpitaz, Lily Baylón y el profesor Tang. Lucía bastante desmejorado por sus problemas visuales causados por la diabetes, pero no había perdido el aire majestuoso con el que se cuadraba bajo los tres palos y ordenaba a su defensa con gesto decidido y voz profunda. La misma voz con la que cincuenta años atrás me había ofrecido la gaseosa y la moneda. Y esa noche, luego del discurso, saqué el estuche de mi bolsillo y se lo ofrecí luego del apretón de manos.
No me devuelvas nada, hijo –me respondió cuando puse la moneda en su mano ante el auditorio abarrotado, tanteando entre las tinieblas en las que se envolvía su escasa visión-, lo regalado no se devuelve.
Pero no le obedecí. Tenía que devolvérsela, puesto que debía cumplir la promesa hecha a mi padre. Y se la devolví tomándole de su brazo que ondeaba entre las tinieblas de la ceguera. Se le humedecieron los ojos por la emoción. Yo tampoco fui fuerte.
Luego vinieron los brindis, los abrazos, los bocadillos, las fotos, los reencuentros con antiguas figuras del Sporting Cristal y del seleccionado patrio. Cuando al fin pude sentarme a conversar con don Rafa, sin que se lo pregunte, poco a poco fue mencionando a los primeros rimenses del equipo que nació campeón: don Máximo ‘Vides’ Mosquera, Cavero, Alberto Del Solar, Vicente Villanueva, el Chino Delgado, Chemo Ruiz, Dante Rovay, Pini, Zunino y Sacco, Tachero Martinez, don Lucho Tirado, el primer entrenador. Como corolario, hizo una mención especial a los esposos Bentín.
—Tú no sabes, hijo, la inmensa bondad de don Ricardo y doña Estercita. Que Dios los tenga en la gloria uno al lado de otro.
Nadie me quita lo bailado…
Pero la magia de la amena charla se rompió cuando se acercó un tipo que le hizo una pregunta impertinente con respecto a su problema de visión. Don Rafa, le respondió con la filosofía, la majestad y la sabiduría de un experimentado capitán.
—¿Para qué necesito la visión? Me basta con mi recuerdo de las glorias pasadas y con lo que estos ojos han visto en más de ochenta años. Hay gente que tiene buena visión pero no tiene ojos para ver lo bueno de la vida. A mí nadie me quita lo bailado.

Tiene razón, usted don Rafa, uno tiene que haberlo gozado defendiendo la sagrada camiseta celeste con sus vuelos espectaculares y sus atajadas con una sola mano para asegurar que nadie le quita lo bailado.

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