miércoles, 22 de enero de 2014

EMELEC NOS ELECTRIZÓ: FALTÓ LA MANIJA

Por Manuel Araníbar Luna
La ceremonia estuvo estupenda pero hubo unbache, la voz del presentador de la noche celeste se escuchaba estridente y con mucha resonancia. En algunas partes de las tribunas no se podía entender lo que decía el locutor. Los hinchas se preguntaban unos a otros: “¿qué dijo el locutor?, dímelo tú porque yo no entiendo nada”.
Una babel celeste...
Al promediar el partido la gente se preguntaba algo parecido. “¿Qué les dijo Ahmed? ¿Qué ha planteado? Dímelo tú porque yo no entiendo nada”. Los jugadores estaban confundidos porque nadie se entendió con nadie. El cuadro celeste era una babel de once lenguas distintas donde reinó la confusión y el desorden.
Toda zaga necesita un guía, un back que los alinee, que ordene a los de atrás con un “sal tú que me quedo yo”, sin embargo – ya lo dijimos- no hubo comunicación. Una cosa es tener ganas de ganar, pero hay que tener con qué, cómo y cuándo y -si te pones exquisito- dónde.
Ganas hubo, por lo menos en el segundo tiempo. Pero las ganas no alimentan, tampoco el entusiasmo. De este sí sobró bastante, sobre todo en el segundo tiempo. Pero faltó lo que hemos puesto en el título:
La manija.
Las llaves de la máquina, y por ende el timón se la encomendó Ahmed a Calcaterra y al Maxi Núñez, pero Calca no fue el calco de otras felices ocasiones y el Maxi se fue convirtiendo en mini hasta desaparecer del campo. Leguizamón puso entusiasmo y vergüenza futbolera al igual que sus paisanos, pero  no había quién administrara los balones. ¿Resultado? Uno a cero en contra en el primer tiempo. ¿Por qué se ahogaron las filas celestes? Porque los ecuatorianos poblaron el medio campo, mordieron en todas partes y se pegaron (y además pegaron fuerte) tanto a los celestes que no se vio armado ni ensamble. En resumen, sobró entusiasmo pero faltó cohesión.
Segundo tiempo, sangre joven.
El locutor debería haber anunciado “Atención, cambios en el equipo celeste: salen diez y entran diez”. Algunos hinchas, recontra amargos exageraron la nota hasta la pared de enfrente: “que cambien a los veintidós y también al DT”. Pero no es para tanto, si no hay armador, hay que jugar con lo que se tiene. No obstante, estos muchachos del segundo tiempo pusieron mucho más ganas, aunque jugaron igualmente desordenados. Algunas veces se atropellaron, por momentos chocaban unos con otros. Pero al menos causaron cierta preocupación a los visitantes.
Cossio no la descosió pero se proyectó con valentía y señorío, como si el titularato le perteneciera, y hasta se atrevió a probar puntería. Aquino quitando aquí y armando allá; Ray Sandoval fue un pequeño rayo en la misma tónica, luchando para destacar, sin temores ni inhibiciones ante el rival golpeador y la exigente hinchada.
Mas la defensa en la segunda parte también estuvo descoordinada.  En  realidad todas la líneas lo estuvieron. Pero una falla en la defensa es gol. Menos mal que Penny y Araujo salvaron varias. Entonces ¿qué quedaba? La inspiración, que se presentó en la figura de Júnior Ross, el hombre clave de los contragolpes celestes le puso su rúbrica al empate.
Habíamos hablado del entusiasmo. Pues este mismo ingrediente fue el que los perdió. Creyeron que si metían una metían dos. Junior la perdió por demasiado entusiasmo. Los de atrás creyeron que al empatar también se podía ganar. Y se les dio por el lujo cuando lo que tenían que hacer es asegurarla.

Un consejo... 
Muchachos, se juega de lujo cuando uno está ganando por lo menos por tres a cero. Y aun así el lujo, cuando es necesario, se hace bien adelante y no atrás. Un error en la zaga es un gol.  

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