sábado, 26 de noviembre de 2022

ARGENTINA SE COMIÓ LAS ENCHILADAS

Por Manuel Araníbar Luna

 


Es conocida la adicción de los mejicanos por la comida picante, algo normal en toda Latinoamérica menos en dos países, Uruguay y Argentina. Antes Chile los acompañaba en el club de los picantefóbicos, pero el cebiche peruano los ha convertido en adictos. Los argentinos le corren al picante como pericote al gato. Pero esta tarde tenían que luchar contra el picante sí o sí.

Cuidando el rancho con Pancho Villa….

Los argentinos, luego de perder contra los fedayines de Arabia saudita tenían que ganar, mínimo, por dos goles. De ello dependía su avance a la siguiente fase. Había que atacar con todo desde el primer silbatazo. Los mejicanos arrancaban acurrucándose en su rancho con Pancho López, Julio Cesar Chávez, El Santo y Blue Demon, apoyados con Emiliano Zapata, Pancho Villa y adelante un francotirador, Speedy Gonzales, que galopaba gritando “¡ándale, epa, epa!”, solitario y triste como huerfanito de película de Pedro Infante, a ver si la metía en un descuido de Otamendi. ¿Así cómo?

Los zagueros gauchos no pasaban hambre ni sed, tan solo les bastaba su mate, tan amargo como su derrota ante Arabia Saudita. Y es que los charros tenían un planteo de semicalvo, nueve pelos atrás y uno adelante, a ver si podían pescar una mojarra. No obstante, salvo un tiro libre venenoso que atenazó Martínez con guantes de cangrejo, los ataques charros eran balas de fogueo de feria pueblerina sin borrachos.

¿Y Messi? No se oye, padre…

Conforme avanazaban las agujas el partido se ponía más picante. Los argentinos atacaban a pañuelazos, que es como reemplazar al chile mejicano con el inofensivo chimichurri. Le caía leña al fideíto Di María que por lo menos dribleaba contorsionándose como culebra. ¿Y Messi? No se oye padre. San Rodrigo, tocayo de San Vicente de Paul, es recontra católico y comulga con ostia de dulce de leche después de los partidos, pero en la cancha es un verdadero satanás con trinche y carimba al rojo vivo, porque arremete como tractor con chofer borracho. ¿Y Messi? No se oye padre.  Total, tras cada choque saltaban chispas y en la cancha quedaban regados restos de medias, pellejos y hasta pelos de la barba cuando un charro le rasuró la fachada a un argentino sin siquiera una cremita ni desinfectarlo con alcohol por si hay peligro de covid. Se termina el primer tiempo. Verdes y albicelestes regresan a sus ranchos, algunos magullados y otros con la sangre en el ojo. Horchata para los charros y mate para los argentinos.  ¿Y Messi? No se oye, padre.

Al regreso, Messi seguía más perdido que guacamole en dulce de leche. La tocaba y sobre el pucho le quitaban su juguete. El flaco Di María que intentaba, pero a cada choque le rebajaban cien gramos de peso al punto que terminado el primer tiempo al Fideíto sólo lo reconocías por los ojos y las orejas de murciélago. Lautaro, fuerte como un toro, pero en ataque nadita claro, no fecundaba ni una ternera en edad de merecer, como decía mi abuela. Por ahí algo intentaban los ches, cambiando de banda el flaco Di María con ayuda de Mac Allister (¿este será hijo del pelado de Racing al que Julinho mandó al manicomio?) ¿Y Messi? No se oye, padre.

Ni con sicarios en moto…

En resumen, las mismas enchiladas con chimichurri hasta que un aburrido Messi, a punto de pedir su cambio para una siesta, le pasan la bola para que no se duerma. Lío apunta y rompe las drizas de un patadón. Fue la única que hizo, y con su gol dejó de bostezar. Ahora guapea a sus compañeros: “¡che, vamos por más, carajo!” El partido cambia de cara. Las camisetas color chile jalapeño se ponen más picantes y tras el gol sacan las armas en pos del empate. Pero la suerte, como la Maja Desnuda, está echada patas arriba. Si quitas a los cinco guardaespaldas de la zaga y pones adelante un par de sicarios en moto te va a pasar  lo de siempre, te abrigas la cabeza pero descubres los pies. Por ello vino el segundo gol.

Ayayayay, juega y no llores…

Messi es uno de los mejores jugadores del mundo, pero hoy lo único que hizo fue su gol. Sin embargo, más espectacular fue el de Fernández. Enzo, agarró el pincel y pintó un lienzo, colorido e intenso, como para quemarle incienso. Perdón Lío, aunque hagas un lío, el gol de Enzo fue mejor.

Al final, Memo quedó sin remo, Guardado se encerró con candado, Herrera atrapado en la perrera, Chávez sin llaves, Vega sin entrega y Lozano con un candado en el … alma. Ahora sólo queda esperar. Hasta ayer los argentinos cantaban sus lastimeros tangos. Hoy están chupando vino al son mejicano de “¡Ayayayay, canta y no llores!”. Deberían cantar “juega y no llores”, porque lo que vienen son choques a matar o morir. Buenas noches.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario