Por Manuel Araníbar Luna
El entrenador local llegó a Matute ojeroso y bostezando. ¿Qué había pasado? Una obsesión lo tenía loco: Canchita. Bustos había sufrido de insomnio y pesadillas toda la semana: veía Cancha por todos lados, ordenó que sus jugadores reemplacen la palabra canchita por maíz tostado con sal, y que a la cancha le llamen campo de juego.
Harta
taba para Canchita…
Y
por supuesto, su obcecación lo sacó de sus cabales porque imaginó que la
victoria sobre los celestes se solucionaba anulando a Canchita. ¿Qué hizo? Mandó
que el talibán Ballón se le pegue como paletero en el Metro, con un añadido,
ordenó que todos los blanquiazules, uno por uno, le metan guadaña al jugador
diferente en el campeonato. Se dedicaron sólo a él. Se concentraron en él. Se obsesionaron
tanto con canchita que al final Canchita les saló el partido. Craso error
porque en Cristal no juega un solo armador sino cuatro, cuatro que podían armar
el reguetón y hacerla de 10 intercambiando puestos y bandas: Hohberg, Calca,
Castillo y, por supuesto, Canchita. Y todos en movimiento rotación de
espermatozoides celestes. Para decirla simple, en vez de crear jugadas los
locales se dedicaron a la idea obsesiva
de Bustos, perseguir a Canchita, inmovilizarlo, patearlo, chancarlo, codearlo,
meterle cabes. Todos, uno por uno, le dieron su regalo, hasta Concha le dio a
Cancha, sin embargo, Canchita se volvía a levantar como muñeco porfiado. ¡qué
buena quincha!
Detención
domiciliaria…
Mosquera
hizo la lógica, desde el inicio del partido mandó a presionar a los locales desde
la cocina de su casa; los jugadores cerveceros los tuvieron con orden de
detención domiciliaria. Esto los desestabilizó, los confundió, los desorientó
al punto que no eran capaces de armar ni un rompecabezas de cuatro fichas. ¿A qué
jugaron los locales? A nada porque no atinaban a arrancar en primera. Cristal se
adueña de la pelota y pinta el gramado de celeste. Mientras Canchita está con
persecución policial, Calca hace de las suyas acompañado por Castillo medieval.
Las triangulaciones se suceden hasta que la idea cuaja.
El
talibán Ballón y sus acompañantes se duermen y lo dejan suelto a Canchita por un
segundo, y esto es suficiente. Christofer se hace de la pelota en el sector rimense
detrás de la redondela central. Lleva tranquilo, toca para Irven que agradece
con una venia y la devuelve, se lleva a dos y cuando se mete al área, Míguez se
arroja a comérselo, pero lo tumba como palitroque de bowling. Penal sin
objeciones y háganse más pa’allacito que ya la chapó Alejandro el Chato. Éste toma
carrera y la mete al ángulo de arriba. 1 a cero y se produce un silencio en la
tribuna donde lo único que se escucha es al vendedor de gaseosa en vasito y a
la plantilla celeste gritando el gol.
Los
celestes bajan la velocidad, la duermen esperando una arremetida que nunca
llega. Aldair se pica por la parsimonia de Duarte y le hace la bronca, ambos se
ganan la amarilla. El trámite no cambia hasta el pitazo del descanso. Pero Aldair
sigue picón, regresa a buscar camorra, peor para él, porque cuando un jugador
está furioso la pelota se le pone cuadrada. Kevin sopla la vuvuzela: por favor muchachos,
regresen dentro de un cuarto de hora, y usted Aldair, tome un baño de agua
helada a ver si se le quita la foto de Duarte de los ojos.
Los
mirones son de palo…
Para
el segundo tiempo los matuteros hacen sus cambios y se animan a atacar un poco más,
pero la defensa del Rímac está bien ubicada, ordenada, planchadita y sin
arrugas, para decirlo más claro, en la tienda celeste nadie arruga, mucho menos
en un estadio donde han goleado varias veces. Como decía Lobatón, “en la
cancha juegan once contra once y los mirones son de palo”. Los Matuteros se
animan y atacan, pero los celestes contragolpean. Tras un solo de pases, toques
y triangulaciones, Alejandro el Chico se pierde la ocasión de meterla linda, preciosa
y envuelta en papel regalo, pero remata a las manos del arquero matutero. Los locales
insisten, pero ya estaba escrito en las sagradas escrituras del futbol que
Cristal se llevaría los tres puntos. Total, Mora quedó amoratado, Míguez se quedó
en migaja, Lagos se secó, Concha quedó desflorado, Lavandeira sin detergente, y
Barcos naufragó. Kevin sopló la ocarina y dijo chau, buenas noches.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario