Por Manuel Araníbar Luna
Nuestro hermano país Colombia es famoso por su delicioso y aromático café. Para celebrar su inminente victoria prepararon una bandeja paisa y se dispusieron a asentarlo con café y un buen ron, que el de allá es excelente, sin imaginar que los futbolistas peruchos se iban a despachar la comida para bajarla con su excelente feca que ellos le llaman tinto.
Más
salados que un bacalao.
Es
sabido que casi todos los entrenadores, jugadores e hinchas son maniáticos
supersticiosos. Las cábalas se notan desde que entran a la cancha con el pie derecho,
se persignan, saludan al cielo, colocan las fotos de su familia entre las canilleras
y chimpunes, etc. Estos ritos, por supuesto, no son ajenos a la selección
colombiana. Un brujo les dijo que les habían lanzado una maldición gitana y tenían
que quitarse la sal la antes del partido.
Desde
que entraron a calentar obedecieron los consejos de su brujo preferido, pero
cometieron un error, se sacudieron la sal dentro de la cancha, por tanto se les
quedó pegada en los chimpunes y las medias. Lo de Ospina fue peor, la sal se le
pegó a la chompa y a los guantes. En resumen, todo el equipo amarillo estaba
embadurnado de tanta sal como la canchita que acompaña la chanfaina y el
cebiche. ¿Y qué pasa cuando masticas la
canchita? La garganta pide agua. El utilero se equivocó y en vez de darles agua
sola les dio agua salada para gárgaras contra el covid. Para colmo, los
cafeteros para darse buenas vibras pasaban todo el día la salsa de Joe Arroyo “En
Barranquilla me quedo”, y al final se quedaron en Barranquilla. Piña total.
Dominio
total…
Bajo
un sol barranquillero que fríe los huevos en el piso (los de gallina, se
entiende), el árbitro chamo sopleteó el vamos y desde que empezó el partido la
pelota fue de los amarillos, y con ella el pasto, la tribuna, los banderines.
Lo único que no se apropiaron fue del arco peruano. Gallese no dejaba pasar la
pelota ni con orden judicial.
Se
suponía que el Dios Sol iba a calcinar, ahogar, deshidratar, insolar a los
peruanos. Y vaya que lo logró. Los peruchos se ahogaban, y es que no teníamos
jugadores acostumbrados al calor. Ningún churre y el único charapa, Trauco,
estaba suspendido.
Pero
ese mismo sol también les recalentó la cabeza a los cumbiamberos. La tenían, la
tocaban, triangulaban, pero el sudor les empañó la vista porque ningún tiro al
arco le salía. Entre los volantes, la línea defensiva y la Pantera Gallese las
sacaban todas y las que no llegaban al arco golpeaban a los fotógrafos. En
cuanto a la línea creativa, los volantes de la franja no armaban ni un
rompecabezas de cuatro piezas y con ello dejaban al Bambino muerto de hambre,
de calor y de sed. No tocaban la pelota dos veces seguidas, y conforme pasaban
los minutos ya ni siquiera hacían el intento de tocarla, tan sólo la reventaban
a cualquier lado. Para colmo, le rompieron nuevamente el tabique al Bambino que
la ñata le quedó como puré de carne molida. Ya no esperábamos ganar. Con
empatar estábamos contentos, no dábamos para más.
Canchita
salada…
Para
el segundo tiempo, en vista de que los peruchos estaban golpeados y sacando la
lengua el Tigre pone a Oreja por Peña, Abram por López, Araujo por Zambrano y al
Charro Ormeño por el Bambino. La verdad que no cambiaron gran cosa. Seguían sin
dar un par de pases seguidos. El tictac del reloj era una tortuga para los
peruchos pero corría como hámster para los desesperados colochos y les retumbaba
cada vez más fuerte en los tímpanos. Cada minuto que pasaba los hacía
adelantarse un pasito más. Y como los peruchos eran tan inofensivos que no
mataban una mosca se llenaron de intrepidez y casi ni los marcaban. “Para qué”,
decía Jerry Mina,” estos peruchos no nos hacen yaya”. Pero los amarillos tampoco hacian daño, seguían piñas con sal. La pelota
no entraba. Para terminar de salarlos, un cabulero como el Tigre Gareca,
aconsejado por los brujos de las Huaringas les lanzó la malilla, sacó a Yoshi y
metió a Canchita para terminar de salarlos.
En
Barranquilla se quedaron…
A
los 85’ les cayó la pelona. Decíamos que los peruchos no hacían siquiera dos
pases seguidos, pero alguna tenía que salir. Araujo quita una pelota al filo
del área, primer pase. Habilita para la Culebra Carrilo, segundo pase. Este se
la juega a Cuevinha, tercer pase. El chato quiebra a un colocho y avanza por el
medio campo mientras el Oreja ya está corriendo por la zurda, el flaco Ormeño
por el centro y Carrillo por la derecha. ¿Qué hace el chato? Se la pasa en Callejón
de Huaylas al Orejita que avanza y avanza, se mete al cajón grande y cuando se
acerca a la gaveta chica suelta el zurdazo y la veleidosa chancha se mete entre
el chimpun de Ospina y el tronco. ¡Gol peruano carajo! Van 85’ y faltan cinco
años para los noventa. Llegamos al tiempo cumplido y el maldito árbitro da siete
adicionales que son siete años más. Habrá que denunciarlo por tortura
psicológica. La Culebra se falla otro gol rematando en vez de dar el pase para
que Transportes Ormeño meta el segundo. Por fin el veneco sopla un huayno con la
zampoña y los peruchos se traen los tres puntos. Al ver que la salsa de Joe
Arroyo no le dio resultado, entrenador Rueda da su última directiva: Prohibido cantar
la salsa “En Barranquilla me quedo”. Buenas noches.
CODA.
Ojo,
faltan partidos. Hemos ganado una batalla, pero no la guerra. Aún hay tres
finales que disputar. Ya conocemos como son los peloteros peruanos: se les revienta
cuetes y cuando la prensa les vende humo se creen los Super Guardianes de la Galaxia,
se llenan de soberbia y triunfalismo y mientras más arriba de la torre te encuentres la caída es más estrepitosa-. Ya el Tigre les debe haber
dicho: “che peruchos, paren su pelota, respiren hondo, tómense una gaseosa
helada… y bájense de la nube”.
MUY BUENA COLUMNA. JUGAMOS MAL NO ARRINCONAMOS PERO 3 PUNTOS SON 3 PUNTOS , LO QUE HA DICHO ARANIBAL AL ULTIMO ES MUY CIERTO, NOS HA PASADO MUCHAS VECES, POR EJEMPLO BOLIVIA Y VENEZUELA NOS NOS HAN GANADO EN NUESTRA PROPIA CANCHA POR CREERNOS SUPERIORES. AFRONTEMO EL SIGUIENTE PARTIDO CON HUMILDAD
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