viernes, 25 de noviembre de 2016

PIKI SALVADOR EN VILLA EL SALVADOR

Por Manuel Araníbar Luna
Dice el refrán que al que madruga Dios lo ayuda. Y esto se convirtió en realidad en el Iván Elías Moreno de Villa El Salvador porque el elenco cervecero vacunó muy temprano, cuando los espectadores recién bajaban de las mototaxis.
Mannequin Challenge…
Chavetita -madrugador él, ganoso, quimboso- le gana el vivo a la defensa de la franja cuando el Loco Erick los estaba acomodando y,  con una pila en cada chimpún, comienza a meterse desde la banda derecha con la redonda amarrada al empeine, eludiendo palitroques y rompiendo cinturas, quebrando a uno y  otro lado cuando ¡juá!, lo traba una camioneta con camiseta de marcador. Gambetta, con el pito en la jeta, sopletea y señala el mañoso punto G.  Fallo inapelable, no obstante el Loco reclama y discute, más que todo para poner nervioso a Loba, pero el capitán celeste no se come la treta psicológica. Con toda la parsimonia que le da la experiencia, Carlitos  prepara, apunta y… a la voz de fuego, en vez de fusilar, la coloca suave y arrastrada al fondo de las drizas.  El loco ni se mueve, como si posara para 'Mannequin Challenge”. 1 a cero.
Todos  conocemos como arbitra Gambetta, una especie de imitador de Salomón pero con silbato y pantalón corto. Según su criterioso arbitraje, si da penal para uno, tendría que darle un penal al otro. Y de ese modo decide repartir el jamón en partes iguales: seis minutos después, tras una pelota perdida en salida, y en medio de un tumulto de jugadores,  un disparo da en el codo de Aquino. Definen el penal y se decreta el empate. 1 a 1. Y este partido promete convertirse en  un partidazo.
A dormir la siesta…
Pero naka, son sólo promesas de congresista nomás, porque el primer tiempo es una invitación a la siesta.  Partido de medio campo donde, como se ha hecho costumbre, a Loba y a Calca los rodean y no los dejan armar. Se repiten fouls, interrupciones, pelotas afuera, bloqueos, malas salidas, trampas del offside, malas llegadas, malos remates, y un concierto de patadas a todos lados menos a la pelota. Hasta que el pitazo del descanso despierta a los espectadores. Por lo visto, ambas  escuadras han entrado a la cancha a buscar el empate porque pretensiones de ganar no se han visto ni de pasadita.
Gol de Gavilán…
Para el segundo tiempo las cosas no parecen cambiar. Al igual que la primera etapa, se reiteran  los errores en ambos conjuntos, la pelota es agraviada a tal punto que pide una denuncia por maltrato. Y el espectáculo decae. La gente se vuelve a adormilar. Ramúa que ha entrado por Loba lanza un tiro libre desde la derecha. La bola con curvita se le pasa a todos pero aparece el guerrero Piki quien -como nunca fue una palomita- se lanza en gavilán y deja al Loco más tieso que Robocop. 2 a 1.  Los barristas celestes –los que nunca se duermen- saltan y hacen temblar el cemento.
Quince aburridos minutos después, el tercero es casi un escaneo del segundo.  Otro tiro libre con rosca del Chapu viene a buscar la cabeza de Piki pero Velasco se propone meter su gol aunque sea en su propia valla  y lo consigue.  Después, uno que otro intento de ataque de ambos. Pacheco se pierde un gol queriendo definir con el chimpún pero le da con el badilejo. Y el triunfo cervecero, como la destrucción de la capa de ozono, es definitivo. Buenas noches.
CODA.
Nota 20. Nota aprobatoria para las barras cerveceras que esta vez saltaron, palmearon y cantaron los mismos gritos y canciones, dejando de lado antipatías contra algunos jugadores, y aclamándolos como debe ser, como siempre fue, como todos deseamos desde que se formó el Extremo Celeste: un solo grito, un solo canto, una sola imagen, una sola bandera: la celeste gloriosa. Si así fuera siempre…

¡Qué buena colcha! Cuando un espectador desprevenido observa un partido por TV en el Iván Elías el gramado artificial de la cancha luce como una alfombra verde. Pero esto es un engaño. Será regalo para la vista, pero para la integridad física de los jugadores es un peligro, además de un obstáculo para la libre trayectoria del esférico. Esa cancha estaba más arrugada que una cama destendida, hacía que la pelota salte como un conejito. Para la próxima a ver si le pasan una plancha a esa colcha, a ver si por lo menos se estira. ¡Qué buena colcha!

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