viernes, 30 de octubre de 2015

CERVECEROS 2, MUELA 0, ¡16 PARTIDOS INVICTOS!

Por Manuel Araníbar Luna
El primer tiempo lo podemos graficar así: aburrido con muy pocas acciones; más movimiento había en la vereda de enfrente, en el Cementerio Baquíjano. Tan pocas acciones  que el arquero de las muelas no agarró bola, bien pudo haberse echado a tomar un cafecito caliente por el frío y no pasaba nada. En la valla de Cristal más o menos lo mismo. 
Solo, triste y abandonado...
A Penny le llegaron un par de ataques un tanto debilones. El Mudo ante los centros de los rivales se lucía ejecutando los  clásicos saltos de doble impulso de sus mejores tiempos. A su lado, el Oso Yogi Martínez no se quedaba atrás. Sin embargo, más adelante, Cristal no armaba ante una San Martín que trababa todo, bloqueaba todo, enfriaba todo. Loba, recién salidito de su afinamiento y bajada de motor  en el taller de mecánica maniobraba poco claro con tanta obstrucción y tantas chiquitas que recibía por parte de la línea media del equipo albo cuyos mixtos metían taba, codazos  y rodillazos no muy solapas que digamos, mientras el tremendo juez Carrillo miraba para otro lado porque no era él quien recibía los regalos. Así murió el pobre primer tiempo, triste y abandonado, sin nadie que le dé los santos óleos.
             
En el segundo tiempo los albos aflojaron las marcas mientras los cerveceros, con el viento a favor, empezaban a llegar en accionesmás que todo individuales. El Pitbull y Alexis por las bandas se aventuraban a abrir trochas. Con Loba siempre bloqueado entre cuatro palitroques y Calca aislado como paciente con hepatitis, Piki, al centro del gramado se convirtió en mariscal de campo. Barrabás, cinco metros más arribita se multiplicaba y acortaba la brecha entre volante y delantera.  Los volantes, ya un poco más desahogados,  alimentaban a los desposeídos de la pelota mientras Calca abría la cancha con sus clásicos cambios de frente.
Hostigamiento sexual.
No obstante, ya habíamos dicho que a Loba lo tenían a punta de chiquitas que por lo rochosas ya parecían quinceañeras de discoteca. En una de esas le dan una por la maleta que termina por descuajeringarle  el chasis. El Turco llama al Pincel. Aplausos. Y el Renzo, entusiasmado por su seguidilla de goles en paridos anteriores, se dedica a lanzar pases de treinta metros y a tocarla con su clásica forma de jugar  fulbito en cancha grande.  Se empieza a llegar a la carrera y de contragolpes sorpresivos como en las buenas épocas de la celeste. El Irven y Picante andaban aislados uno del otro, peleados con la redonda, y tiesos para definir, como si en los chimpunes tuvieran arena gruesa. Ávila jugaba muy atrasado y Picante muy individualista, pero las peleaba todas y ganaba las que podía ya que la marcación de los albos era tan pegada que ya parecía hostigamiento sexual en el metropolitano.
Sólo quedaba meterse por la zurda que era el lugar más débil de los albos. Y precisamente por ahi es que se mete Calca serpenteante en base a porfía. Un defensa lo jala y Carrillo que despierta de su letargo sopletea y señala el punto G. lloran los santos, pero el fallo, como el calentamiento global, es definitivo. Renzo y su racha goleadora es el dueño y señor del fusilamiento. Prepara, apunta y fuego, patadón de zurda al centro y las drizas se inflan como chicle globo. Uno a cero y el partido se abre y los celestes se enseñorean del campo. Se meten por todos lados. Un centro de Renzo al área chica lo pesca Irven que andaba picón en una noche infame. Esta vez le liga la cita con la gorda y el dos a cero se enciende en el tablero.

¿Y luego? Una sarta de centros a la olla que el Mudo y compañía despejan sin contratiempos. Renzo se pierde un gol por definir de derecha (la coja), Irven vuelve a perderse otro gol, y eso es todo. Pita el ciego Carrillo y  los celestes hunden más a los santos que para su día de su santo, el 1 de noviembre, día de todos los santos esperan un milagro para que no se achicharren en los infiernos de la baja. Chau.

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