domingo, 19 de agosto de 2018

¿POR QUÉ EMPATARON AMBOS CELESTES EN MOQUEGUA?

Por Manuel Araníbar Luna
¿Calamares contra pulpos?
Más que partido fue una pelea entre calamares y pulpos, todos trenzados de los tentáculos en el medio campo, y todo debido al sistema de pressing de ambos conjuntos. Lástima que los cerveceros  fueran por tres puntos y regresaran con uno (¡ya van dos veces!). Y es que los sureños renunciaron a la marca zonal para desbaratar todos los movimientos de los rimenses con su sistema de acoso hombre a hombre.
Clausura del taller en Gamarra...
Así las cosas, en un atoro de tránsito de las siete de la noche, Cristal, como si le hubieran clausurado el taller en Gamarra, no hilvana, no teje, no elabora jugadas de ataque. El equipo cervecero avisó que llegaba a Moquegua con sed de goles en el primer tiempo cuando un cabezazo de Loba tras centro de Emanuel da en el maldito poste, ahogando el grito de gol en un balde de cerveza; la manotea el arquero y el remate viene a dar a los pies de Gabo que remata y choca en el hombro de un jugador local. Gabo voltea y le reclama al árbitro cuando tenía que seguir porfiando con fogosidad.
Más adelante, Loba suelta un pase en cortada para Ema, este remate rasante y su bombazo sale con destino al arco, con nombre y número de avenida y distrito pero el cartero olvida la dirección, y el mensaje va a la pista atlética como si fuera a competir en  carreras de 400 con vallas.
¿Cierre del by-pass?
Lo ha escrito  el Comanche quinientas veces en la pizarra acrílica de La Florida luego del anterior empate. Serenidad. Paciencia. Y lo principal, variantes en el armado y el ataque. Es archisabido que el principal delivery para los goles de Herrera es el Gabo. Ya los DTs de los quince equipos restantes les han tomado la placa: arma Loba, se la suelta a Gabo y este alimenta a Emanuel. ¿Qué pasa si les clausuran  el by-pass? Bueno, ayer bloquearon el puente que comunicaba a Gabo con Herrera. Y  a Gabrielito se le pegó el marcador como chicle, tan cerca que le acariciaba el rostro. Un centímetro más y lo besaba. ¿Entonces quién armaba? Loba, pero al capi también lo tenían enjaulado. El otro era Calca, a quien el Comanche había ubicado por la izquierda pero este andaba fuera de foco, como rocoto en mazamorra. A cada armador celeste le caían de a dos. Dos contra Calca, dos contra Loba, dos contra Gabo. ¿Quiénes entonces llevaban la mochila del equipo? Ballón y Piki, más interesados en armar que en bloquear y con el paso de los minutos se descolocaron por su característica de subir y bajar, pero se demoraban en el retorno.
Como melcocha en carapulca…
¿Qué pasaba en la línea defensiva? El Pato (12),  recién convocado por Gareca, se ubicaba tan adelantado que estuvo en la mira de los locales quienes disparaban de lejos  a ver si les ligaba un golcito para verlo más tarde en el programa deportivo.  Y ese gol llegaría en el segundo tiempo cuando Benítez deja colgado al Pato en el gancho del carnicero  con un disparo desde fuera de la caja.  Por la derecha, Chaveta con CH (11), esperándose que defienda y habilite por la derecha, anduvo regular su manejo en ambas tareas, y uno que otro centro a la bomba. Al lado de él, tapándole con las cortinas venecianas y cruces sin semáforo, Renzo (12), que tenía problemas para contener a las entradas de Benítez y Cachi Ferreyra.  Reemplazando a Merlo por suspensión, el charapa Garcés (11) se daba maña para ir arriba en los centros, aunque fallando en las salidas con pelota  jugada. Por la banda zurda, Jair (12)  recibía el apoyo de Calca (12) que aguantaba las salidas de los binacionales y trataba de armar ataques, pero se quedó en eso, tratando. Confundido como melcocha en carapulca, Horacio pudo armar algunos legos aunque sin la agudeza que lo caracterizaba. Como contención en el medio Piki (13), quien al ver que el armado de jugadas estaba bloqueado se adelantó a repartir bolas al lado de Ballón (13). Ambos abandonaban su vereda para acompañar al ataque que estaba bloqueado.
Paleta en el Metro…
El timonel y capitán de la escuadra de La Florida, Loba (13), muy poco pudo hacer para zafarse de la cerrada marca hombre a hombre de los locales. Su mejor intento fue en el primer ciclo,  cuando haciendo el papel de centro delantero metió un mochazo tras una bombeadita a la olla  de Herrera. La chancha, bien cabeceada hacia el piso, dio contra el tronco, y el grito de gol se ahogó en un balde de cerveza.  En la banda derecha, amarrado por una marca que era lo más parecido a una paleteada mañosa en el Metropolitano, Gabo era perseguido hasta cuando regresaba para ayudar a Chavetita. 
Mordida, raspada, maltratada…
Practicante obsesivo del dicho “el que la sigue la consigue”, Herrera (14) salvó la tarde con su  gol. Estuvo dale que te dale por todos los accesos al arco sureño. Remataba como viniera la pelota, de media vuelta, de zurda, con la nuca, pero Naka. Su gol entró con la justa, no con la que intentó patear sino con la que se apoyaba, cuando faltaban unos cuantos minutos para ir a las duchas, a punto de masticar el fracaso del regreso con tres  puntos menos  en la canasta agujereada, cuando los locales hacían chiches cancheros, pasecitos de taco y sus hinchas cantaban oles seguros del triunfo. Mordida, raspada, maltratada, la pelota entró dispuesta a denunciarlo por agresión, pero entró y con eso basta; los hizo ganar  un punto, mejor dicho perder dos. En la tribuna, solo como un náufrago, el Comanche se levantó descontento porque los tres puntos se le resbalaron como pescado enjabonado. Buenas noches. 

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