viernes, 12 de diciembre de 2014

LA FINAL CRISTAL - AURICH 1968, NOCHE APOTEÓSICA DEL JET GALLARDO.

Por Manuel Araníbar Luna.

Hoy nuevamente estaremos presentes en el Día de la Raza Celeste en el Gallardo. Como esta tarde se rendirá homenaje a los campeones del año 68 al conmemorarse el 50° aniversario de ese glorioso campeonato, publicamos una crónica testimonial de dicha gesta que vivimos en el Estadio Nacional siendo adolescentes.

Los celestes llegaban a pelear un campeonato después de  siete años. Y no podíamos perder esa oportunidad única en la vida porque aún no se televisaban los partidos. Salimos temprano del Callao dispuestos a entrar como sea al Nacional. Habíamos pellizcado propinas de aquí de allá hasta reunir una chanchita que nos podría significar la gloriosa entrada al estadio o una vergonzosa retirada sin opción a ver una final en vivo, como es el sueño del verdadero hincha. Por siaca, habíamos llevado un radio a transistores.
Piratas al ataque…
Primer chasco. Cuando llegamos, 6:30pm, ya no había entradas. Caballero nomás, a buscar la reventa pero esos malditos piratas -a quienes sólo les falta la pata de palo y el parche en el ojo- son psicólogos aquí y en Sebastopol. Aprovechando la desesperación de los chibolos celestes nos ofrecían entradas de Norte con precios como para millonarios de Occidente. De arranque un bucanero en guayabera nos pidió tamaño billetón. Nika, estábamos misios, fuimos a buscar otros más, pero estos simplemente nos arrochaban. Es que nuestra vestimenta no ofrecía garantía de pagar buen billete. Más bien se las ofrecían en susurros a los que llegaban en auto propio por la Arequipa y Petit Thouars.
¾    Tengo Occidente, tengo Norte, hablen, hablen, hablen.
Nadie nos rebajaba precios. El desaliento estiraba las jetas y arrugaba la frente. La hora avanzaba,  ya era noche, calurosa noche, pegajosa noche, angustiante noche, desesperante noche. Previo al partido de la verdad se jugaba una final al revés, los dos últimos se estaban peleando la baja. Los espectadores ya no caminaban hacia el estadio, corrían. Y  los ¡uf!, los ¡yaaa!, los ¡noooo! se escuchaban como un coro de locos en una cueva y obligaban a que la gente corriera, ¡como si pudieran alcanzar a ver el gol cuyo grito acababan de escuchar! Claro, esos apuros resultan risibles para el que está perdiendo las esperanzas de entrar pero no para quienes tienen su entrada en mano.

Por la radio en AM escuchábamos la rasposa voz de don  Oscar Artacho y su Pregón Deportivo indicando que se había terminado el preliminar, decretándose el descenso del recordado Mariscal Sucre. Pero eso ya no importaba, la desesperación nos hacía jalarnos los pelos hasta que encontramos a uno de los que nos había arrochado media hora antes.
¾    Hable, pe’ tío, Popular.
¾    No tengo, ¡y ya me voooy!
¾    Ya pe’ tío.
¾    ¿Ya, cuántos son?
¾    Cinco.
¾    Ciento cincuenta, ¡y ya me vooooy!.
Un platal, no alcanzaba, maldita sea. Juntamos pálidas, loritos y solanos (billetes de diez, de cinco y monedas de sol). Ciento cinco, y el maldito filibustero no cedía. “Ciento cuarenta o nada. ¡Ya me vooooy!”. Pero uno de los patas sacó un as de la manga, mejor dicho veinte lucas de la media.
¾    Ciento veinticinco, pe’ tío.
¾    Ya, suéltenlos antes de que me arrepienta, ¡y ya me voooy!
 Maldito forajido, nos dejó misios, sin galletas, sin gaseosa y sin pasaje de regreso al Llauca, pero cuando está desesperado por entrar a ver una final un hincha no tiene hambre ni sed. Y olvidando las burlas a los desesperados de antes, corrimos hacia Norte imitando a los que nos precedieron y subimos las gradas de dos en dos. Tampoco había tiempo para reír.
El Sólido Norte en Norte…
Segunda sorpresa, el estadio lleno, recontra lleno de hinchas que por el cantito provinciano con las eses bien marcadas venían desde la frontera con Ecuador hasta Moche: tumbesinos, piuranos y chiclayanos haciendo causa común por el Sólido Norte, que aquella noche la tribuna Norte estaba más sólida que nunca versus algunos hinchas celestes dispersos y sin voz (aún no había barra).
¾     ¡Hoy campiona el Auriche, paisa!
¾    ¡Clarisisísimo, paisa, y a celebrarlo con chinguirito!
Y arrancó el partido. Pero en ese arranque no estuvieron el Gato Vásquez, fauleado con la rodilla hinchada como camote, ni el Jet Gallardo. Pucha, qué desgracia, don Alberto venía  recuperándose de una lesión al muslo causada en entrenamiento en La Florida. Lo acabábamos escuchar en Pregón Deportivo con la oreja pegada a esos antiguos radios a transistores que funcionaban con seis tremendas pilas, tan grandes que pesaban un cuarto de kilo cada una (más adelante veremos el uso que les dieron al final). Es que el Jet tenía una manera de correr a tranco largo y patear a la carrera con todo el cuerpo en el aire; de ese modo bastaba un inocente toque para hacerlo volar y lesionar sus delgados muslos. El radio nos lo habíamos turnado uno a uno para escuchar el partido preliminar, visto que las pilas las habíamos comprado con una chanchita (el trato era que si no conseguíamos entrada escucharíamos el partido en las afueras del estadio hasta el milagroso momento de la segundilla (¿sabrán los chibolos lo que era la segundilla?).
Palomillas versus chiclayanos…
Los cerveceros en aquellos años tenían un estilo de juego de toquecito, los llamaban ‘Los Palomillas del Rímac’ y la jugaban en paredes cortas y rápidas, de pa’ ti pa’ mí, de tuya y mía, lo que ahora los españoles le llaman tiki taka. Durante aquellos años habpian roto cintiras y quebrado espinazos con ese toque de fulbito. Pero el elenco norteño tenía un medio campo rompedor, además eran dirigidos por el Tano Bártoli, un pelado que sabía mucho (dos años después campeonaríamos bajo su conducción). El Tano hizo bajar a su puntero Merino  y a Catalá, convirtiéndose su clásico 4-2-4 en un 4-3-3 para contener las proyecciones de Eloy Campos y Tito Elías. De ese modo los celestes tuvieron que jugar especulando, tocando al costado y esperar que los norteños se manden, pero no se mandaron. Total, no pasó nada en ese primer tiempo, sólo nervios y algunos amagos de boxeo, que sí los hubo, como en toda final.
Dos goles en cinco minutos…
Para el segundo tiempo Didí mandó al campo a un Gallardo que –aunque medio abollado- moría de ganas por entrar. Las órdenes eran que Mifflin le mande las bolas en callejón, como le gustaba al Jet, y este no perdió tiempo. De arranque recibió un pase y soltó un petardo que descalabró las redes. Uno a cero.  Saltamos unos pocos hinchas en cada una de las tribunas. 
En aquellos tiempos, como aún no había barra organizada (sólo existía la del Boys), las celebraciones sólo eran de gritar gol y aplaudir. Gritamos ¡Cris-tal, Cris- tal! con los dos pulmones pero sólo nos escuchábamos nosotros puesto que la gritadera la ponían los hinchas norteños venidos de Chicla York City. Minutos después el Jet se metió a la carrera y -lo que dijimos arriba-, un pequeño toquecito en el muslo lo hizo rodar siete metros hacia los fotógrafos. Pito fuerte y pena máxima. Los rojos se pusieron más rojos por la furia y se le fueron con todo al juez de luto  pero el del pito no se dejó avasallar, fue penal y desocupen por favor. Hubo intentos de agresión pero fueron sofocados (aún no se habían inventado las tarjetas amarillas). El Jet puso a la gorda en el punto G de gol, tomó viada y la martilló con la zurda. El arquero Sanguinetto ni la vio, sólo debe haber escuchado a lo lejos el grito de gol de los escasos cerveceros puesto que los treinta y cinco mil hinchas norteños enmudecieron. 
Los Cuatro Guardianes del Espacio…
Entonces retornó el juego pícaro, el toque y el taco pero como siempre ocurre, los celestes se confiaron. Los rojos se mandaron al todo o nada. El Chito De la Torre trabó a un rojo que cayó haciendo pantomima. No era para tanto pero el árbitro decidió compensar. Penal y 2 a 1. Con ello los rojos atacaron con todo pero el área estaba defendida por Los Cuatro Guardianes del Espacio Celeste: el Chito De la Torre, el Doctor Campos, el Leñador Mellán y Tito Elías que no dejaron soplar al ciclón ni la más pequeña brisa. El árbitro dijo chau y los pocos celestes saltamos de alegría. ¿Recuerdan lo de las pilas? Algunos picones las mandaron a la pista de ceniza cuando los celestes daban la vuelta olímpica. Algunas rompieron cabezas 

Y no nos importó regresar a pie. Así es verdadero hincha, sólo siente el cansancio al llegar a casa. Era la tercera estrella cervecera. Ya vendría la siguiente dos años después.

6 comentarios:

  1. EXCELENTE CRONICA. MI VIEJO ME CONTABA LO MISMO. A ESA DEFENSA NO LA PASABA NADIE Y GALLARDO ROMPIA LAS REDES AUNQUE A VECES LE FALLABA LA PUNTERIA Y LA MANDABA ALAS NUBES, JAJAJA, SALUD CELESTES.

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  2. a ganar el domingo carajo como se les gano en el 68

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  3. buena cronica pero hay un error. elpartido no se jugo en el 68 sino en enero del 69. lo acabo de leer en un periodico.

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  4. Efectivamente, el partido se jugó a inicios del siguiente año pero la crónica habla de la final del Descentralizado del 68, y no que el partido se haya jugado en ese año. La fecha exacta fue el 15 de enero del 69.

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  5. Ese equipo fue la base para la selección de Mexico 70, especialmente desde el arco hasta la volante de armado: Rubiños, Campos, Chito la Torre, Tito Elías (que renunció por motivos familiares), Pepe Del Castillo,

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  6. Recuerdo que el partido preliminar lo disputó Centro Iqueño con Mariscal Sucre. Ganó el Centro Iqueño, y Mariscal Sucre se fue a Segunda. Ambos partidos los transmitió la TV. Creo que fue Canal 9.

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