domingo, 13 de noviembre de 2016

SHOW DE UN MAGO, NO DE DOS (O ¡DEVUÉLVANME EL 50%!)

Por Manuel Araníbar Luna
Aún hay quienes confunden el cielo con la tierra, a demonios con ángeles, a soldados con obreros. No distinguen entre cavar una fosa y  construir un balcón, escribir música  o llenar cheques, pintar un mural o resanar una pared, esculpir una lápida o esconderse detrás de ella. Y finalmente, no saben diferenciar entre hacer la  guerra y jugar fútbol. Entre estos podemos identificar algunos técnicos.
Nos llevamos un chasco quienes crecimos amando el futbol atildado (que somos ya una especie en extinción), admirando la linda pared pintada con obras de Rivera y Siqueiros, deleitándonos con las espectaculares jugadas de Pelé, Ronaldinho, Maradona y Messi. Cándidos e  ilusionados, esperábamos ver un mano a mano entre artistas, una controversia tal como acostumbran a enfrentar los decimistas cubanos  y los payadores repentistas,  esos genios que a una frase responden con un ingenioso verso, tal como los magos sacan un conejo del sombrero de tarro.
San Martín y Remedios la bella…  
Pero la ilusión se difuminó, y hoy queremos que nos devuelvan la mitad del importe de los  boletos porque esperábamos ver a dos magos pero sólo pudimos ver el show de sólo uno, un inventor llamado Neymar que sacó conejos de la manga y pañuelos auriverdes del botín, que infló las redes con palomas blancas y supo leer lo que decía la bola  de cristal, que destrozó cinturas y alborotó celadores, que construyó lo imposible e inventó lo inimaginable, que bailó samba levitando como un pas de deux de San Martín de Porras y Remedios la Bella. Y es que la mitad del show correspondiente a Argentina la canceló el Patón (o quizás los jugadores albicelestes).
Un inofensivo pionono…
Conocemos como juega el Patón. Siempre con total independencia, a su libre albedrío, sin que nadie le lea la mano ni le dicte el silabario porque el Edgardo conoce el terreno que pisa. Pero en la selección gaucha, ¡mamma mía!, Patón vive maniatado y obligado a cargar, como una cruz, la pesada roca de lograr que todos jueguen para Messi sabiendo que este no es un Mesías que viene a salvarlos del purgatorio. Y  Messi está cargando con otra cruz, tener que demostrarle a la afición argentina que es el mejor jugador del mundo en la selección. Y, a su vez,  la afición argentina carga la más inmensa cruz de no poder demostrarle al mundo que el mejor mago del mundo nació en Rosario y es el genio de la lámpara albiceleste con la camiseta 10. 
Lo que parece que no se dan cuenta los argentinos es que, si bien Messi es el mejor jugador del mundo en un equipo profesional, no lo es en la selección. En el Barza es un irreverente e imprevisible alfil que deja a los adversarios tiesos como palitroques pero con la albiceleste es un peón más al que después de algunas actuaciones lo consideran más que peón, un pionono. Un blandengue e inofensivo pionono.
Ni gil ni marioneta…
Porque a nivel de selección muchos esperan que, porque en Europa es el rey, hay que dejarle el camino listo para que convierta goles  caminando de puntitas sobre una alfombra verde ante las reverencias de los defensores contrarios hincados de rodillas. Sueños de opio porque en una selección se juega con habilidad pero también con el corazón en la mano, el cuchillo entre los dientes y la sagrada divisa empapada de sudor, lo cual, por efecto dominó, es la pesada lacra de los argentinos. Y eso es lo que aún no comprende Bauza. O no se lo quieren decir. Para nosotros sí lo sabe y es que prefiere cobrar su sueldo puntualmente. Porque gil no es, y marioneta menos. ¿O sí?
Rambo 10...
Hoy el amante del arte, el diletante, sigue confiando en que esto sólo fue una falsa actuación, que el mago del sur estuvo indispuesto, que en la pantalla volverá a salir el letrerito “inténtelo de nuevo”, o “no toque su televisor, es sólo una falla de transmisión”; que al showman que debió entrar a la cancha con el 10  a la espalda lo han cambiado con un doble de Hollywood. Y, como sabemos, los gringos -acostumbrados al brusco  football americano  y al beisbol- confunden el fútbol con Rambo 10, donde el protagonista acaba con todos sin ayuda de nadie.
Lo cierto es que hasta ahora en la platea el sufrido espectador, limonada y papitas fritas en mano, se sigue preguntando, como los personajes de Chespirito, “¿Y ahora quién me devolverá el 50% de mi boleto?”



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